Se suponía que los coches eléctricos eran el futuro o al menos lo parecían. Entonces, ahora están aquí, ¿por qué todavía se ven como coches de gasolina y diesel ordinarios y no como accesorios deslumbrantes de una película de ciencia ficción?
Antes de que llegaran al mercado y se volvieran relativamente convencionales, muchos imaginaban (o al menos esperaban) que los coches eléctricos se parecerían al Light Runner de Tron: Legacy. Después de todo, sin la necesidad de un motor de combustión interna, un sistema de escape y un depósito de combustible, los diseñadores de automóviles eléctricos deberían tener la libertad creativa de romper el libro de reglas y crear algunos vehículos realmente llamativos.
Pero esto no ha sucedido realmente. Aparca un Renault Zoe al lado de un Renault Clio, por ejemplo, y compara los dos. Si bien hay diferencias sutiles y señales de estilo que sugieren que el Zoe es eléctrico y el Clio no, la forma general del cuerpo es sorprendentemente similar. Un automóvil nuevo es una inversión significativa y, por lo tanto, los consumidores suelen ser conservadores al elegir uno. Los fabricantes suelen invertir miles de millones desarrollando nuevos modelos y quieren estar seguros de que venderán. Por tanto no hay un cambio disruptivo en cuanto a lo que se supone que un usuario de coche convencional piensa
Pero también hay razones técnicas para la falta de divergencia entre la gasolina y los vehículos eléctricos. Las compañías automotrices han pasado décadas perfeccionando la forma existente del automóvil, para que los modelos sean óptimamente aerodinámicos, ergonómicos y seguros. Apartarse demasiado radicalmente de los diseños probados sería un compromiso importante con consecuencias costosas en algunas o todas estas áreas.
La aerodinámica y la eficiencia son importantes al diseñar un automóvil. Se invierte una gran cantidad de inversión en modelar la aerodinámica de un automóvil a través de un software de diseño asistido por computadora y modelos de arcilla a escala en un túnel de viento. La idea principal es reducir la resistencia al aire del vehículo cuando se viaja a velocidades más altas, disminuyendo su coeficiente de resistencia y aumentando su eficiencia de combustible.
Gracias a años de investigación exhaustiva, la mayoría de los automóviles en venta hoy en día tienen un coeficiente de resistencia muy bajo, típicamente de 0.23 a 0.36, aunque esta cifra es más alta para SUV y 4×4.
Lo que es cierto es que se han producido grandes avances en cuanto a la autonomía de las baterías necesarias y que se seguirán produciendo, haciendo que sean una opción superior, se mire como se mire.
En la actualidad, los coches eléctricos tienen claras ventajas sobre los de motor de combustión cuando hablamos de entornos urbanos, donde las nulas emisiones y el bajo ruido por una parte y el acceso y gratuidad del aparcamiento en zonas restringidas del centro de las ciudades marcan la diferencia.
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